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La debilidad del halago, por Toño Bernardo

Ascendimos a Primera y todo fueron palmaditas en la espalda, buenas palabras e invitaciones continuas a recoger premios y distinciones. Les hicimos sentir que eran las reinas del baile. Mira que me lo repite un amigo hasta la saciedad y, desgraciadamente, estaba en lo cierto: «Ten cuidado, Toño. El halago debilita». Tanto les ha debilitado que ahora gestionan el club con menos profesionalidad que la peña de mi pueblo preparando las fiestas de verano.

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