La carrera de Abraham González (Barcelona, 1986) nunca fue lineal, pero sí coherente con una idea que le acompañó desde niño: no perder la ilusión. Del vértigo del primer equipo del Barça con un triplete histórico pasó a descensos y mudanzas forzadas marcadas por el golpe más duro de su vida, la pérdida de su padre. Cádiz, Nàstic, Ponferradina y Alcorcón fueron estaciones de aprendizaje, curtiéndose con figuras como José Bordalás, antes de regresar a Primera en el club de su familia, el Espanyol.
Allí cumplió un sueño aplazado, aunque no exento de heridas emocionales. En esta segunda parte, Abraham repasa sin filtros en SPORT su etapa más humana: de Guardiola o Luis Enrique a Bordalás y Aguirre, el momentáneo rechazo perico, la aventura en México que se prolongó cuatro años y el final del camino.
P. Tu familia es perica, teníais un bar en Sarrià… Después pudiste cumplir tu sueño de jugar en el Espanyol, pasando antes por el Cádiz, Nàstic, Ponferradina y Alcorcón. ¿Dónde fuiste más feliz?
R. Sí. Mi carrera ha sido de altibajos, igual que cuando era pequeño, y mantener la ilusión me hizo mejor jugador. Yo paso del primer equipo del Barça, de ganar un triplete, a irme a Cádiz y descender a Segunda B. Ahí falleció mi padre y le dije a mi representante que quería ir cerca de mi madre y mi hermano: me daba igual el dinero y el equipo. Me salió el Nàstic, firmé, pero fue mi peor época porque no jugué nada, eso me afectó, obviamente. Estaba cada día en Barcelona, bajaba y subía, y mi rendimiento no fue bueno. En enero salió lo de la Ponferradina. Dudé, porque estaban en descenso, pero sabía que era un paso atrás para luego avanzar. Descendimos, sí, pero jugué todo y me fue bien. Gracias a eso me fichó el Alcorcón. Estuve dos años, el primero con Anquela, que nos quedamos a un gol de subir a Primera, y el segundo con Bordalás. Fui muy feliz porque el grupo era muy bueno y el rendimiento fue muy bueno. Por eso tuve la oportunidad de volver a casa y fichar por el Espanyol.
Si eres rival, entiendo que Bordalás pueda ser odioso. Pero es un entrenador que si tú compites, da la vida por ti
P. Bordalás es todo lo contrario a Guardiola o Lillo. ¿Fue un crecimiento personal tener entrenadores de estilos tan diferentes?
R. He tenido entrenadores de todos los estilos que me han hecho mejor jugador y he tenido la capacidad de adaptarme a todos ellos. Bordalás, para mí, es como entrenador, que te puede gustar más o menos su estilo, porque yo soy más estilo del Barça, alguien que te saca tu máximo rendimiento, y al final el trabajo de un entrenador es sacar el máximo rendimiento de sus jugadores. Te hacía competir, te hacía pelear cada balón, y yo recuerdo que si tú compites, él da la vida por ti. Es una persona increíble, que mata por ti, que le gusta el cachondeo. Luego tú lo ves como rival y yo entiendo que puede ser odioso, pero es su táctica, lo hace queriendo. En el día a día es un tío de puta madre.
Abraham González, during a match with Alcorcón against Barça / VALENTI ENRICH
P. ¿Qué consejos os daba?
R. Decía: “Dile a este que es muy malo”. O a veces: “Dile que es muy bueno, así se relaja”. O dar golpecitos. Ese estilo no es el mío, pero tuve que adaptarme. Y me hizo mejor jugador: competir, chocar, ganar duelos aéreos… Lo combiné con mi estilo, y gracias a él, en parte, fiché por el Espanyol.

Abraham González, in his presentation with Espanyol / JAVI FERRANDIZ
P. Después vino el Espanyol. Siempre has contado que no querías escuchar ninguna oferta más. ¿Cómo se gestó el fichaje?
R. En diciembre me llama mi representante, en mi último año de contrato con el Alcorcón. En enero ya podía firmar con otro equipo y me dice que puede surgir la oportunidad del Espanyol. Le dije: “Firma, no quiero saber ni el dinero ni nada”. Yo volvía a casa, a Primera División, con mi familia… Gran parte de mi familia es perica, tenían el bar, un bar mítico del Espanyol, y ya en enero hago las pruebas médicas de escondidas. El club me pidió que no saliera a ningún lado, por respeto, a mí también, porque yo seguía jugando con el Alcorcón. Conseguimos mantenerlo, porque otros jugadores que firmaron sí que se filtró, aunque costó, porque me llamaba mi mejor amigo y me decía: “Dicen que hay un jugador del Alcorcón que va a fichar por el Espanyol, ¿eres tú?”. Y claro, yo diciendo: “No, no, yo no sé nada”.
P. En SPORT hicimos un reportaje contigo en el bar, Sarrià 82, se te veía muy feliz. Pero después, cuando saliste del Espanyol, te llevaste una espina clavada por aquel reto malinterpretado que provocó que parte de la afición te silbara.
R. Sentimentalmente fue el momento más duro de mi carrera. Con el tiempo no le di más importancia y lo superé. Fue en una entrevista, como dices, un tipo de encuesta, y tenía que decir el mejor portero, el mejor defensa… así con el resto de posiciones de la liga, pero sin poder decir nadie del Espanyol. Eso es lo que la gente no sabía y, como no tenía redes sociales, tampoco me podía explicar. Yo dije varios jugadores del Barça, y un sector de la grada empezó a llamarme culé; cuando tocaba el balón, cantaban “¡Barça!”, y es algo que me dolió. Yo sentía el Espanyol. Mi familia es perica, yo daba todo por el club, y la verdad que fue un momento duro. Sufrimos. Pero no le tengo ningún rencor, porque con el club tengo muy buena relación. Y bueno, sí que es una espinita clavada ahí, pero sin más.

Abraham González, in his family’s bar in Sarrià / VALENTI ENRICH
P. ¿Y con Aguirre qué tal? Vamos sumando entrenadores de nivel a la lista.
R. Ahora que estamos repasando, la verdad que he tenido mucha suerte con los entrenadores. Aguirre muy bien, un fenómeno, sobre todo en gestionar el grupo. Puedes compartir el estilo, pero te convence y, al final, te hace competir. Te hacía feliz, y si eres feliz, das el cien por cien. Con él, casi todos estábamos bien.
En la primera charla, Aguirre nos dijo: “Yo he sido futbolista. Si alguien sale de fiesta y viene ‘tocado’, que me avise y lo protegemos para que la prensa no lo sepa”
P. ¿Alguna anécdota a destacar? Es imposible que no te acuerdes de ninguna.
R. Ahora que ya estoy retirado y él está en México… (entre risas). Me acuerdo de la primera charla. Nos dijo: “Yo he sido futbolista. Si alguien sale de fiesta y viene a algún entreno ‘tocado’, que me avise y lo protegemos para que la prensa no lo sepa. Se queda dentro y ya está”.
P. ¿Con Sergio fue más complicado?
R. Sí, con Sergio se malinterpretaron algunas cosas. Él es un entrenador de mi estilo, pero considero que no me trató como me merecía. Yo recuerdo que empecé jugando y, de repente, me tuvo cinco o seis partidos sin convocar, sin ninguna explicación. Después fuimos al Calderón, contra el Atlético de Madrid, un partido duro, perdemos 1-0, yo venía de seis partidos sin estar convocado y en el vestuario como que me señaló un poco. Incluso compañeros como Caicedo o Víctor Sánchez fueron a hablar con él diciendo como: “No tienes razón”. Me dolió, aunque yo seguí entrenando. En Copa del Rey nos tocó el Sevilla, el Valencia… Y ahí me volví a ganar el puesto de jugar en Liga hasta que en un partido contra el Atlético, Miranda me mandó al hospital de un codazo y volví a dejar de jugar porque estuve tres semanas lesionado. Yo creo que fueron malentendidos, que no me trató como me merecía, pero como entrenador no tengo nada que decir, porque creo que lo hace bien.

Abraham González, during a match against Barça / JOSEP MARIA AROLAS
P. ¿Pudisteis hablarlo con el tiempo?
R. No, no me he vuelto a encontrar con él. Sí que tengo amigos en común y saben lo que ha pasado, pero bueno, no soy una persona rencorosa. No hay ningún problema.
P. Después te vas a México. Entiendo que había un buen contrato de por medio y una buena experiencia vital.
R. Me costó mucho tomar la decisión, sobre todo por miedo, por desconocimiento. No había estado nunca en México y lo que se escucha… Tenía una oferta del Espanyol de un año. Estaba en mi casa, pero Paco Palencia, un mexicano que había estado en el Espanyol, me convenció. Como entrenador, fichó por Pumas y el presidente le dijo que podía traer a un jugador que él quisiera y me llamó porque le gustaba mucho. Le dije: “Un año y me vuelvo”, porque tenía miedo, pero al final estuve cuatro años. Y lo mejor que he hecho, como persona y futbolista. Ha sido una experiencia increíble. Te abres de mente, conoces gente, otro continente… Una decisión súper acertada.
Yo no tuve problemas, pero en México me dijeron que no llevara relojes o joyas. Para un tiempo es un país increíble
P. ¿Tenías medidas de seguridad más fuertes que en España?
R. Viniendo de España o de Europa se nota que no es la misma seguridad. Yo estuve cuatro años y no tuve ningún problema. Me dijeron que no llevara relojes o joyas, pero para un tiempo es un país increíble; eso sí, siendo de aquí puede que te cueste acostumbrarte. Por ejemplo, compañeros míos que eran famosos allí, sus niños iban al colegio con escolta por seguridad, pero yo no tuve problemas. La gente es amable, hospitalaria y es un país genial.

Abraham González, during his time at Pumas / ‘X’
P. Al final, pasaste por Chipre y colgaste las botas. ¿Hubo ofertas para volver a España?
R. Desde México quizá, pero desde Chipre no. Ya lo ven como una liga menor y yo tenía 35-36 años, ya era muy difícil. En México estuve seis meses sin cobrar en Veracruz, denuncié a la FIFA y me volví. En diciembre, con el mercado de invierno, me decían algunos clubes: “Eres la tercera opción”. No podía esperar hasta final de enero por mi edad y quedarme sin nada. Y surgió Chipre y fue otra experiencia bonita.
P. Para terminar, después de haber estado con tantos grandes entrenadores, ¿te llama el banquillo?
R. Como primer entrenador, no, porque creo que no valgo. Eso lo tienes que sentir. Tampoco me gusta. Segundo entrenador podría ser bueno, porque creo que soy buen gestor de grupo, el típico segundo entrenador que es el amigo de los jugadores para suavizar las broncas del entrenador, pero yo hice el curso de director deportivo. Obviamente, un director deportivo que esté pegado al césped; no me gusta estar en los despachos, pero la idea de planificar una plantilla, crear un grupo, me gusta más.
