La debilidad del halago, por Toño Bernardo
Ascendimos a Primera y todo fueron palmaditas en la espalda, buenas palabras e invitaciones continuas a recoger premios y distinciones. Les hicimos sentir que eran las reinas del baile. Mira que me lo repite un amigo hasta la saciedad y, desgraciadamente, estaba en lo cierto: «Ten cuidado, Toño. El halago debilita». Tanto les ha debilitado que ahora gestionan el club con menos profesionalidad que la peña de mi pueblo preparando las fiestas de verano.
Han pasado dos meses y todavía no tengo claro por qué se cesó a Paunovic. Intentó explicarlo Jesús Martínez en la rueda de prensa más lamentable que se recuerda y ahí, en ese preciso instante, todo saltó por los aires. Hundidos, nos dimos cuenta de que todo lo anterior había sido un bonito sueño del que ya tocaba despertarse. Sé que es duro reconocerlo, pero cuanto antes lo asumamos, antes tomaremos las medidas oportunas para revertirlo: no hay absolutamente nadie al mando. Somos un barco a la deriva, sin nadie al timón. Ni en nuestros peores sueños nos planteamos que la gente de Pachuca pudiera llegar a destrozar al Oviedo desde dentro.
Destituyeron al único entrenador, junto a Vicente Miera, que logró ascender al Oviedo a Primera en el último medio siglo, teniendo al equipo fuera de descenso y con un calendario de aúpa, para regalarle el banquillo a un sujeto sin éxito deportivo previo alguno y que en su día había huido del club por la puerta de atrás que, en vista de los últimos acontecimientos, me parece que es la única puerta que conoce Carrión.
Yo de fútbol sé muy poco. Mis únicos conocimientos provienen de ver los partidos del Oviedo y de los prebenjamines del Covadonga, pero sabía que comenzábamos la temporada con un terrible déficit en la delantera y en los extremos. Y como yo, miles y miles de aficionados azules que lo veían exactamente igual. No cobramos una millonada del club ni nos hacemos llamar profesionales del fútbol, pero, a la vista de los resultados deportivos, acertamos. Será que el oviedismo de a pie no tenemos la información que tiene la gente de Pachuca, basada principalmente en meter a calzador a tres delanteros de su conglomerado y en fichar jugadores de la liga húngara que no conoce ni Maldini, el de Movistar. Así, con esta base, nos plantamos para intentar competir en la liga de Florentino Pérez, de Lamine Yamal y del Cholo Simeone. ¡Sujétame el cubata!
En su día, el Consejo General de la Abogacía Española sacó a la luz una campaña que rezaba: «Hay algo más satisfactorio que solucionar un problema: evitarlo». Estoy pidiendo cita en un estudio de tatuaje para grabárselo en la frente a nuestro máximo accionista. No contento con haber reventado la temporada histórica del centenario fichando al peor entrenador de la historia de la liga española, en sustitución del que mejores resultados consiguió en Oviedo en los últimos 30 años, ahora le regala un banquillo de Primera a un amigo suyo que entrenaba, sin éxito, en Segunda. Buscadores de empleo, no se olviden de añadir en sus currículums vitae la amistad con el patrón de turno. Ni titulación, ni éxitos profesionales, ni cualificación: lo que está de moda es ser colega y buen adulador del jefe. A Lleida le funciona, no veo por qué a usted no le puede suceder lo mismo.
Pague religiosamente el abono del club, gástese 140 euros en la equipación del niño y asuma sin rechistar los costes de los eventos del Centenario, que si no no les llega para pagar finiquitos y traspasos por entrenadores a los que iban a cesar de sus equipos en una semana. En aras de una gestión transparente, estaría muy bien que nos explicasen los salarios que pagamos por la presidencia del club, la dirección general, la deportiva y la representación legal interna y externa. Somos accionistas de la entidad y sería de gran interés saber las cantidades exactas que se destinan en sueldos para esas partidas.
El fútbol es muy sencillo. Se basa en cumplir cada uno con su función, trabajando con honestidad, inteligencia y racionalidad. No le den más vueltas. ¿Buscan buenos resultados en la gestión? Trabajen con profesionalidad y coherencia. Si, por el contrario, siguen empeñados en dirigir al Oviedo de forma caciquil, irresponsable e imprudente, buscaremos entre todos la mejor forma de que puedan abandonar nuestro querido club a la mayor brevedad posible, porque ya les adelanto que no nos va a ir bien a ninguna de las partes. No son los primeros que abogan por dirigir al Oviedo mediante arrebatos, por afinidades y sin control financiero de ningún tipo. A tiempo están de cambiar el rumbo de la gestión. Dotar al club de profesionales de verdad, que conozcan nuestra liga y que sean capaces de alzar la voz ante las nefastas decisiones que se pudieran tomar desde las más altas instancias. Eso es lo que de verdad anhela todo el oviedismo: que ustedes mismos sean capaces de tomar las medidas adecuadas para revertir la situación caótica que han provocado.
Eso sí, no lo dejen pasar mucho, porque la paciencia tiene un límite y en estos seis meses ustedes la han sobrepasado con creces. Queremos demasiado al Oviedo como para que venga nadie a destrozarlo, aprovecharse de él y a usarlo como un trapo.
Ahora toca ganar, por Joaquín Alonso
Es lo que hay. No hay más. ¿Se han cometido errores? Por supuesto. Nadie lo niega. El oviedismo ha pasado del éxtasis vivido el pasado mes de junio, cuando el Tartiere se convertía en una fiesta interminable tras el ascenso, a organizar motines, piquetes y barricadas contra entrenadores, jugadores y directivos del club. Del cielo al infierno en cuestión de meses. El disgusto general es grande, enorme incluso. Cesar a Paunovic cuando tenía al equipo fuera del descenso y traer de nuevo a un Luis Carrión que no agradó en absoluto a la afición no salió bien. Eso está claro. Fue un mal movimiento, a destiempo, y bastante previsible. Pero ahora parece que para todo el mundo el serbio era el camino, cuando días, incluso semanas antes de su despido, ya había muchos pidiendo su cabeza. “Que muy bien para Segunda, pero en Primera no vale”, decían. “Gracias por todo, pero cierre al salir”. Ya se sabe cómo funciona esto. Si sale bien, “ya lo dije yo”, y si no, también.
No se puede caer en el victimismo. Hoy en día, poca gente se responsabiliza de las cosas y es muy fácil echar balones fuera. Señalar culpables, buscar chivos expiatorios, culpar al de al lado. Es lo más sencillo. Lo difícil es asumir que esto es fútbol y que, en fútbol, como en la vida, se gana y se pierde. Y cuando se pierde, duele. Pero el dolor no puede nublar la razón. El oviedismo tiene todo el derecho del mundo a estar enfadado, a exigir, a protestar. Faltaría más. Pero también tiene la obligación de mantener la cabeza fría y no perder de vista lo verdaderamente importante: el equipo está en Primera División después de 24 años fuera de la élite.
¿Carrión salió mal? Sería de necios negarlo. Desde el Grupo Pachuca deberían haber predicho lo que pasaría tras su abrupta espantada el año del casi ascenso porque eran de sobra conocedores, al menos los que viven el club desde Oviedo, de lo poco querido que era el catalán. Pero ya es el pasado y Pachuca también es nuevo en Primera. Lo hecho, hecho está. Mirar atrás no sirve de nada si no es para aprender. Si hay cambios estructurales o no ya lo decidirán desde México. No es momento de pensar en ello. Ahora toca pensar en lo deportivo, en el verde, en los puntos que hay que sumar para salir del pozo. Y los dueños aztecas del Oviedo consiguieron lo casi impensable hace tres años, recuerden.
Por supuesto, cada abonado está en su total derecho de pensar y exigir lo que crea conveniente, siempre desde el raciocinio. El que paga su abono, el que viaja a Sevilla gastándose una pasta, el que se deja la piel en las gradas cada quince días tiene todo el derecho del mundo a pedir explicaciones, a protestar, a gritar si hace falta. Pero también debe entender que hay un momento para todo. Un momento para la queja y un momento para el respeto y el apoyo. Y ahora, más que nunca, el oviedismo debe permanecer unido. Porque sea Almada o quién sea, lo verdaderamente importante es ganar partidos. Y para ganar, el equipo necesita a su gente.
Guillermo Almada, nuevo técnico del Oviedo, no tiene culpa de lo sucedido con Carrión. Ni de lo de Paunovic. Ni de los errores cometidos en los despachos. Él es un profesional que acepta un reto. ¿Quién no iba a querer entrenar en Primera? ¿Quién rechaza un ascenso en su trabajo? Almada llega con su currículum bajo el brazo, con su experiencia en México y con las ganas de sacar al Oviedo del fondo de la tabla. Merece una oportunidad. De lo contrario, por mucho enfado que haya ahora mismo con la propiedad, el equipo está condenado al abismo.
Porque si algo caracteriza al oviedismo es su capacidad de levantarse cuando todo parece perdido. Es la historia más bonita del fútbol español. El Oviedo ha vivido situaciones peores. Mucho peores. Segunda B, Tercera División, el infierno del fútbol no profesional. Y siempre, siempre, el club ha salido adelante gracias a su gente. Esta vez no puede ser diferente. Esta vez no hay espacio para las divisiones internas, para los bandos, para las guerras entre aficionados, jugadores y directiva. Esta vez toca remar todos juntos en la misma dirección. Hacia la permanencia. Hacia la salvación.
El oviedismo debe de ir a muerte con el nuevo técnico desde el segundo uno. Debe llenar el Tartiere, debe animar, debe empujar. Debe hacer lo que siempre ha hecho: estar ahí cuando el equipo lo necesita. Los errores ya se analizarán a final de temporada. Las responsabilidades ya se depurarán cuando toque. Pero ahora, en plena batalla por la permanencia, no hay tiempo para mirar atrás. Ahora toca ganar. Y para ganar, el oviedismo tiene que estar unido. Porque divididos, no hay equipo que sobreviva. Y este Oviedo, con todos sus defectos y sus errores, es el equipo que tanto costó devolver a Primera. No se puede tirar todo por la borda ahora. No se puede abandonar el barco cuando más se necesita a la tripulación. Ahora toca remar. Todos juntos. Hacia el mismo puerto. Hacia la permanencia. Hacia la salvación. Ahora toca ganar.
